Argentina | “Dejar Romero”: de encierros, locura y libertad | Dirigida por Alejandro Fernández Mouján y Hernán Khourian

Argentina | “Dejar Romero”: de encierros, locura y libertad | Dirigida por Alejandro Fernández Mouján y Hernán Khourian

DEJAR ROMERO 7 puntos

(Argentina, 2024)

Dirección y guion: Alejandro Fernández Mouján y Hernán Khourian.

Duración: 78 minutos.

Estreno exclusivamente en Malba Cine, domingos de abril a las 18 hs.

“El hombre aquí internado es sometido al aniquilamiento moral o tratan de enloquecerlo por medio de la opresión espiritual”. La frase, dramática y potente, es leída en voz alta por el documentalista Alejandro Fernández Mouján y llega cerca del final de Dejar Romero. El autor de la misiva, anónimo para el espectador, fue uno de los tantos pacientes internados, a lo largo de su centenaria historia, en el Hospital Neuropsiquiátrico Alejandro Korn de La Plata, durante mucho tiempo conocido bajo otro nombre, el de Melchor Romero. Ese “Romero” del título al que hay que dejar atrás, institución fundada en 1884 y ejemplo prototípico de los otrora llamados manicomios. El documental codirigido por el realizador de Pulqui, un instante en la patria de la felicidad y Damiana Kryygi y Hernán Khourian, reconocido por títulos como Las sábanas de Norberto y Acá y acullá, es el resultado de un registro de más de cinco años del proceso de “desmanicomialización” del hospital platense, período durante el cual también acompañaron la recolección y revisión de centenares de historias médicas apiladas en una abigarrada habitación con algo de kafkiano.

Dejar Romero recorre en paralelo el presente y el pasado. Un grupo de internados conversa sobre lo que acaban de ver, L’Éclipse du soleil en pleine lune, una película de 1907 dirigida por Georges Méliès que transforma el fenómeno astronómico en un típico acto de magia cinematográfica, no exento de connotaciones eróticas. Afuera, unas horas más tarde, los espera un eclipse real. En el pizarrón puede leerse la frase “Lunes 24 de junio de 2019”. Mientras los albañiles construyen una serie de casitas que, una vez terminadas, serán ocupadas por los externados del Romero, la aparición de los barbijos consigna el paso del tiempo. Quienes acompañan a los “usuarios” (término preferido ante el más habitual “paciente”) son un puñado de jóvenes nucleados en el Movimiento por la Desmanicomialización en Romero (MDR), ayudándolos en el difícil proceso del inminente cambio de vida, más arduo aún para aquellos que vivieron dentro de los muros del hospital durante años e incluso décadas.

En el presente los internados, hombres y mujeres, se preparan para aprender a vivir en su propio hogar, siempre en grupos de tres o cuatro, y las archivistas recopilan historias clínicas, cartas escritas por pacientes que nunca llegaron a destino e imágenes fotográficas, en su mayoría del tipo frente y perfil. ¿Quiénes tomaban esas imágenes? ¿Era una sola persona o varias? ¿Qué comentaban mientras se fotografiaba a los recién ingresados? Las preguntas se las hace una de las responsables del archivo, señalando asimismo las diversas actitudes y estados que los rostros transmiten: miedo, recelo, rebeldía. Se leen algunas misivas personales, comprendiendo que esas líneas muchas veces no llegaban a su destinatario y eran utilizadas como método indirecto para el diagnóstico. En las cartas se habla del encierro, de la pésima comida, de unas inyecciones dolorosas que quitan el apetito. El presente contrasta con ese pasado, aunque es de suponer que hasta no hace mucho las cosas no habían cambiado demasiado.

Mouján y Khourian utilizan las herramientas del documental de observación, sin recurrir a una voz rectora que dicte el relato. Resulta claro que la mayoría de los internados pertenece a las clases más desfavorecidas de la sociedad, pobres además de “locos”. La rotulación casi policial de las fichas médicas, la idea de aislar por completo a quien se sale de la “normalidad”, ya no son prácticas hegemónicas, pero el estigma continúa intacto. Mientras los externados comienzan a habitar las relucientes casas, los martillos destruyen la mesada de una habitación que vio pasar a cientos de pacientes. “Desde el inicio nuestra intención fue acompañar la desmanicomialización y el deseo fue siempre poner en discusión y mostrar cinematográficamente de qué hablamos cuando hablamos de locura y encierro”, escriben los realizadores del documental. La cámara registra a un hombre que tararea una canción de Roberto Carlos. No recuerda la letra, pero la melodía está intacta. Ese paseo al aire libre está en las antípodas de la locura del encierro.

@P12