Donde se encuentran las dos Américas, el estrecho de Panamá une no solo dos continentes, sino también dos paradigmas muy diferentes de la cultura y la sociedad panameñas. A apenas una hora de los relucientes rascacielos de Ciudad de Panamá, familias indígenas reman en canoas. Las fuertes contradicciones coexisten en Panamá, y cuando chocan surge la cuestión de cuál es exactamente el carácter nacional panameño.
Carácter nacional
La identidad panameña es imprecisa en varios sentidos, lo cual quizá sea normal, dados los muchos años que Panamá ha estado sometido a la tutela de otros países. Desde la independencia apoyada por EE.UU. en 1903 hasta la expulsión fuertemente armada de Noriega en 1989 –con otra media docena de intervenciones entre medias–, EE.UU. ha intervenido de manera considerable en el país.
Buena parte del país parece afectada por la fiebre de los centros comerciales, inspirados arquitectónicamente por América del Norte, y los panameños que pueden permitírselo llevan ropa estadounidense, compran coches hechos en EE UU y se visten según la moda de Madison Avenue.
Otros son muy reticentes a abrazar la cultura estadounidense. Grupos indígenas como los emberás y los gunas luchan por mantener vivas sus tradiciones, mientras su población joven se ve cada vez más atraída por los estilos de vida occidentales de la ciudad. En la península de Azuero, donde hay una rica herencia cultural española ejemplificada en fiestas tradicionales, vestidos y costumbres, los aldeanos tienen esas mismas preocupaciones por el futuro de sus jóvenes.
Dada la batalla entre lo viejo y lo nuevo, sorprende que el país no esté sufriendo un caso grave de disonancia cognitiva. No obstante, el carácter excepcionalmente tolerante de los panameños soporta muchas contradicciones: viejo frente a nuevo, una grave disparidad entre ricos y pobres, y el impresionante entorno natural y su rápida destrucción.
Buena parte de la famosa tolerancia panameña comienza en la familia, que es la piedra angular de la sociedad y desempeña un papel básico en casi todos los aspectos de la vida de una persona. Ya sea entre las hermanas gunas o en la élite de la ciudad de Panamá, todo el mundo se cuida entre sí. Los favores se aceptan con gentileza, se devuelven de inmediato y nunca se olvidan.
Esta preocupación mutua se extiende de la familia a la sociedad, y en ocasiones todo el país parece una comunidad gigantesca.
La vida panameña
En las aldeas emberás y wounaan de Darién, los patrones de vida tradicionales se mantienen casi como hace cientos de años. Las comunidades suelen contar con entre 30 y 40 bohíos (viviendas con techo de paja, sobre pilotes, abiertas), y sobreviven gracias a la agricultura de subsistencia, la caza, la pesca y el pastoreo.
Población
La mayoría de los panameños (65%) son mestizos, que suele consistir en una mezcla de indígena y descendiente de españoles. Muchos inmigrantes no negros también entran en esta categoría, incluida una considerable población china; hay quien calcula que hasta el 10% de la población es de ascendencia china. Existen otros grupos grandes: alrededor del 9% son descendientes de africanos, el 7% de europeos, otro 7% son una mezcla de ascendencia africana y española, y el 12% son indígenas. En general, los panameños negros descienden en su mayoría de antillanos anglófonos, de Jamaica o Trinidad, por ejemplo, que llegaron a Panamá como trabajadores.
Grupos indígenas
De las decenas de tribus nativas que habitaban Panamá cuando llegaron los españoles, quedan siete. La cultura indígena está mucho más viva y presente que en otros países vecinos.
Entre las poblaciones indígenas más pequeñas se encuentran los bokotás, que viven en la provincia de Bocas del Toro, y los bribrís, residentes en Costa Rica y en Panamá, en la Reserva de Talamanca. Ambos grupos mantienen su propia lengua y cultura.
Ngöbe-buglé
El mayor grupo indígena es el ngöbe-buglé, con unos 156 000 miembros que viven en una comarca que abarca las provincias de Chiriquí, Veraguas y Bocas del Toro. De manera similar a los gunas, disfrutan de un alto grado de autonomía política y han logrado gestionar sus tierras y proteger su identidad cultural. Al contrario que los emberás y los wounaan, el pueblo ngöbe-buglé de las tierras altas ha resistido en gran medida a las intervenciones culturales externas, sobre todo porque sus comunidades están diseminadas en enormes tramos de tierra sin urbanizar.
Gunas
Quizá sean el grupo más conocido del oeste debido a sus ropas distintivas. Habitan el archipiélago de San Blas y explotan sus tierras nativas como una comarca. Cuentan con uno de los mayores grados de autonomía de América Latina, son extremadamente celosos de su independencia y suelen introducir leyes nuevas para proteger sus tierras frente a la invasión cultural foránea.
En los últimos años, han prohibido a los extranjeros tener propiedades en la comarca, han impuesto restricciones al turismo en San Blas y han introducido tasas fijas para poder visitar, hacer fotografías y grabar vídeos en la región. Esta tenacidad ha tenido éxito, ya que uno de los puntos destacables de la visita a San Blas es vivir de primera mano la intensidad de la cultura única de los gunas.
Emberás y wounaan
Habitan la selva de la provincia oriental de Panamá y de Darién, y aunque los grupos se distinguen entre sí, la diferencia es más lingüística que cultural. Históricamente, ambos grupos han subsistido en los límites de la selva gracias a la caza, la pesca, la agricultura de subsistencia y la cría de ganado, pero la rápida deforestación ha reducido la extensión de sus tierras tradicionales.
Los nasos
Los nasos (teribes) habitan la zona interior de Bocas del Toro y están en gran medida confinados al lado panameño del Parque Internacional La Amistad. Al contrario que otros grupos indígenas, no tienen una comarca independiente propia, lo que ha supuesto la destrucción rápida de su soberanía cultural en los últimos años.
No obstante, en un esfuerzo por garantizar su supervivencia cultural, algunas aldeas se han unido para crear un centro ecológico cerca del acceso de Wekso al parque, que pretende atraer más visitantes a la región y dar empleo a más nasos como guías turísticos.
Deportes
Debido a la ocupación estadounidense, el béisbol es el pasatiempo preferido en Panamá. Se trata de una rareza en América Latina, donde reina el fútbol.
Actualmente hay una docena de jugadores panameños en el béisbol profesional de EE UU. Mariano Rivera es un antiguo lanzador panameño que batió muchos récords con los New York Yankees; Carlos Lee, de Aguadulce, jugó como exterior en los Miami Marlins; Carlos Ruiz, de Chiriquí, fue receptor de los Philadelphia Phillies, y el gran bateador Rod Carew, otra estrella panameña, fue incluido en el Salón de la Fama del béisbol en 1991.
El boxeo es otro deporte popular y fuente de orgullo para los panameños (y latinoamericanos) desde que Roberto Durán, nacido en Ciudad de Panamá y leyenda del boxeo, ganó el título de campeón mundial de peso ligero en 1972. Terminaría siendo campeón del mundo de peso wélter (1980), superwélter (1983) y supermediano (1989).
Multiculturalismo
Panamá ostenta una rica mezcla de culturas, con inmigrantes de todo el mundo, así como una diversa población indígena. Poco después de que arribaran los españoles, se trajeron esclavos desde África para trabajar en las minas y hacer las labores más duras de la colonia. Los esclavos que escaparon crearon comunidades en la selva de Darién, donde aún hoy viven sus cimarrones. Posteriores olas de inmigración coincidieron con la construcción del Ferrocarril de Panamá en 1850 y la del Canal de Panamá, tanto en el intento francés a finales del s. XIX como en la conclusión estadounidense a principios del s. XX. Durante esa época, llegaron miles de trabajadores desde las Antillas, sobre todo de Jamaica y Trinidad.
También recibió inmigrantes del sureste asiático y China para trabajar en esos proyectos enormes. La mayoría de los chinos se afincaron en Ciudad de Panamá y ahora hay dos Chinatowns (una cerca del casco viejo y la otra en El Dorado). Existen dos diarios chinos e incluso una escuela privada para chinos.
Cada vez son más comunes los hijos mestizos y los matrimonios mixtos. La comunidad de hindúes se queja de que su cultura está despareciendo: en otros tiempos era frecuente que los jóvenes regresaran a la India a buscar esposa, pero ya no. La mezcla de razas se da en toda la nación, aunque los matrimonios con miembros de otros grupos son menos frecuentes entre los indígenas y los blancos, que representan los dos extremos de la escala económica.
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/ Imagen principal: CC-BY-SA-4.0 / FranHogan